Del 31 de mayo al 16 de junio de 2024 / Parque de El Retiro

El arte de la ciencia

Los científicos fueron acompañados por artistas que les dibujaban las plantas o animales que estuviesen estudiando. El arte permitía la comprensión de dichos estudios de una manera mucho más directa.
Alejandro Vergara Sharp y José Ramón Marcaida

La Feria recibió ayer la visita del jefe del Área de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte en el Museo del Prado, Alejandro Vergara Sharp, y de José Ramón Marcaida, Científico Titular del Departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia del CSIC. Entre los dos expertos desvelaron algunas de las claves de la relación entre el arte y la ciencia en los siglos XV y XVI. Normalmente, Vergará avanzó que «nos acercamos al arte suponiendo que busca la belleza, lo sublime». La realidad es que en los siglos XV y XVI existió una revisión, un resurgir del concepto del arte.

Vergara contó —porque además de conservador de arte es un gran cuentacuentos—, que hacia el 1500, Leonardo Da Vinci dibujó en una cuartilla cómo funciona una corriente de agua a la que se le pone un obstáculo. El objetivo de la pequeña obra no es la belleza, sino el aprendizaje. Da Vinci buscó el conocimiento a través de la imagen, de igual forma que una electroscopia moderna o una radiografía, y explicó que quienes se encargaban de esa documentación eran los artistas. Tanto ellos como los creadores de libros pasaron de ofrecer información visual a querer algo más, a pedir algo más. Se convierten en editores, en artistas.

Vergara Sharp presentó una selección de imágenes de obras de un momento histórico en el que los ilustradores o documentalistas visuales comienzan a tener un mayor afán artístico. El experto explicó que no se busca ya solo lo meramente informativo sino que se va más allá, se busca lo estético también, lo decorativo. Vergara Sharp lo simplifica en una pregunta: «¿Qué necesidad había de hacer tanto detalle en una cartela de información de un pliego botánico? Ninguna. Es algo que responde a un afán artístico», sentenció. 

«La imagen era un documento científico, informativo, de conocimiento», dijo el experto, y, sin embargo, señaló que ya se observa que los artistas buscaban crear volúmenes, añadir un fondo, destacar las sombras. El curador explicó que es un momento en que se pasa de ofrecer solo información a añadir detalles cada vez más precisos y a través de formatos y técnicas nuevas. El conservador de la pinacoteca justificó que en este momento histórico es cuando se dan las condiciones idóneas para que surja «una necesidad de pintar cuadros sobre la nada». En ese mundo globalizado con redes de conexión cultural entre las escuelas surge un mercado de arte que se financia con el excedente económico de ultramar. Comienzan a aparecer en el arte las naturalezas muertas. Documentos en los que se busca dar datos y, además, crear sensaciones. Es un producto híbrido entre arte y ciencia. 

Marcaida apuntó que la ciencia también se aprovecha del arte y lo utiliza como fuente de conocimiento, no solo como una herramienta para llegar a él. El experto señaló que los historiadores siguen estudiando las obras de Jan Brueghel el Viejo para fechar la aparición de distintos telescopios y catalejos que aparecen en ellas. En este mismo sentido, Marcaida recuerda que hay un instante en que la representación pictórica de Saturno deja de ser un solo punto de luz para incorporar otros tres. Esto, declara Marcaida, fecha la invención de un aparato que permitía  distinguir claramente los satélites. 

Vergara citó como ejemplo la Galería de los Mapas, a través de la que se llega a la Capilla Sixtina en los Museos Vaticanos en Roma. Esa sala es un alarde científico y artístico. Hay una ambición artística en la presentación de la información técnica. Se busca una complejidad que va más allá de lo obvio. Para concluir, el experto da un giro de 180 grados y nos habla de cómo la ciencia colabora con el arte, por ejemplo, a la hora de fechar los cuadros por la edad de las tablillas de madera sobre las que se pintaba. El número de anillos de la madera y el registro climático que queda en él puede dar con la fecha exacta de cuándo se pintó una obra, al compararlo con el de otros árboles de la misma zona y época que presentan la misma huella climática.

En definitiva, el arte es el canal elegido para el conocimiento y no como herramienta de búsqueda de lo sublime.

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